Ayer, como otros años, el Ayuntamiento celebró la VI jornada “Salamanca nos movemos” en el parque de La Alamedilla. Y allí nos juntamos 31 asociaciones para dar a conocer nuestro trabajo desinteresado y que está sosteniendo una parte considerable (invisible en tantas ocasiones) de las necesidades que tienen las personas que viven a nuestro lado, cuando no las nuestras propias. Un puñado de buena gente demostrando que siempre hay tiempo para las cosas importantes y que personas corrientes pueden hacer cosas maravillosas, porque en lo más pequeño reside lo más elevado.
Ayer los compañeros de UCPD (Unidad de Cuidados Paliativos y tratamiento del Dolor) teníamos dos objetivos muy claros:
Por una parte, encontrar almas bonitas que quisiesen sumarse a nuestra tarea y dedicar un rato de su semana a compartir tiempo con personas enfermas que están poniendo el punto final a sus vidas. Lo hacemos en el Hospital de los Montalvos, pero también en los hogares y hasta en las Residencias (cosa tan necesaria).
La otra era igual de importante: mostrar la situación de soledad y vulnerabilidad con la viven nuestros ancianos y enfermos, y, también, poner nuestro granito de arena en el empeño de devolver al proceso de morir la dignidad que merece por ser tan sagrado como el mismo nacimiento. ¡Un reclamo directo al corazón!
Tenemos una responsabilidad muy grande como sociedad, y también como individuos para con nosotros mismos, y esta responsabilidad es inaplazable. En nuestra cultura occidental, en la que la que envejecer es motivo de vergüenza y rechazo, las canas son teñidas, las arrugas camufladas, los enfermos desterrados y recluidos, los ancianos considerados parásitos y morimos vulgarmente en los hospitales, se hace necesario y urgente pararnos a tomar en consideración esta vida lacra en la que estamos atrapados y comenzar una nueva andadura, más humana y verdadera, que nos lleve a recuperar el valor superlativo que merece la última etapa de nuestra vida.
Envejecer es un proceso tan prodigioso que nos abruma y preferimos mirar a otro lado antes que tomar la responsabilidad de cada día. ¡Y nos quedamos con el subidón del pecho firme y la mente álgida y no tenemos la paciencia de esperar la sorpresa que se esconde al final del viaje! Pero algún día nos daremos cuenta de que los ancianos y moribundos no son un defecto o algo que echar a la cuneta, más bien somos nosotros mismos recordándonos que el aire que respiramos es un regalo tan extraordinario como limitado. Envejecer es tener la oportunidad de transitar por todas las etapas de la vida, descubrir, experimentar, madurar y poder alcanzar un lugar ¡casi fuera del tiempo y el espacio! en donde la vida puede mirarse a los ojos, sin filtros.
Ojalá que algún día podamos mirar a nuestros mayores y enfermos con el respeto que merecen, recuperar las ganas de compartir nuestro tiempo con ellos, escuchar sus relatos sabiendo que en ellos está el Conocimiento en letras mayúsculas, observar su piel curtida y reconocer en ella la propia historia, mirar su morbidez y descubrir en ella la belleza del otoño; y ojalá que algún día seamos capaces de ayudar a nuestros seres queridos a transitar los últimos días, tan duros y desafiantes, y nos despidamos de ellos como es debido y les tendamos la mano para que alcen el vuelo en el viaje más apasionante que existe, que es el Morir.
Cristina Andrés Martín. Voluntaria ACPD Salamanca