Comencé mi rotación en la Unidad de Cuidados Paliativos Domiciliarios de Zamora con miedo e incertidumbre. Miedo a no saber manejar bien los fármacos, al ajuste de dosis, al manejo de la vía subcutánea… Echo la vista atrás, tan solo 30 días y pienso qué equivocada estaba. La medicina está en los libros, lo que hace este equipo no se puede explicar con palabras. Aquí, muchas veces da igual el reloj, los kilómetros, el planning programado para ese día… Suena el busca, nos necesitan, se reprograma y nos ponemos en marcha, sin quejas, sin malas caras.
He aprendido a que no podemos curar, pero si acompañar y aliviar. El valor de un gesto, una mirada, una caricia, un silencio… Que en la vorágine de nuestro día a día olvidamos. La importancia de conversar e informar a los pacientes y familiares de lo que está por venir. Intentar perder el miedo a hablar de la muerte, porque la muerte forma parte de la vida. No os negaré que algunas de estas intervenciones han sido duras y he estado con la lagrimilla en los ojos. Pero no sentía pena o tristeza, sentía admiración ante el buen trabajo realizado.
Me gustaría que tú Nuria, Mari José, Alejandra, Suly y Melda os vierais desde una pequeña ventanita, que vierais lo que yo he visto; como esa mirada del paciente recibiendo a sus ángeles, porque sí, eso es lo que sois. Solo puedo deciros gracias. No es un adiós porque estoy segura de que la vida nos volverá a encontrar.
Mª Isabel Pérez Martín. R4 MFyC Zamora.